PEDRO »PETER» MENA: Con el pub en el alma

Esta nueva sección de Revista Gallaretas está dedicada a ellos, los hombres y las mujeres que, con su presencia, con su trabajo y con sus historias de vida, ponen su parte en la construcción de la identidad de nuestra joven ciudad en particular, y de Tigre, en general.

Y empezamos con Peter, “el del sombrerito”, un barman con 38 años de trayectoria que hoy ya no está detrás de la barra pero que sigue brindando el mejor servicio de mesa en Irish Town, en Bahía Grande.

Peter de Nordelta.

“Mi nombre es Pedro Mena, más conocido como Peter. Yo siempre bromeo con ese tema. Los clientes preguntan mi nombre y les digo que, en Nordelta, soy Peter, porque es más fino, más cool. Pero en Barracas, en Villa Caraza, en Avellaneda, soy Pedro. Y entonces se arma un intercambio de bromas, es algo simpático”. 

Peter es de Florencio Varela, pero luego se mudó a la Capital, donde, en 1986, comenzó a trabajar en el primer Down Town Matías, en el bajo porteño.  

“Comencé lavando platos. Después hice cursos de barman y pasé a la barra. Tengo el orgullo de decir que hago el mejor gin-tonic del planeta… venían visitantes de todo el mundo con la tarjetita que yo le había dado a alguien y querían probar mi gin-tonic. Aún hoy, que ya no estoy en la barra, de vez en cuando me lo piden ”. 

A principios de los 90, una famosa marca de licores inmortalizó al entonces Pedro con foto y mención en la etiqueta de uno de sus sabores. “Fue un orgullo representar al pub y también un lindo reconocimiento a mi trabajo. Tengo un par de botellas de recuerdo”. 

La ceremonia de encontrarse.

Peter habla con la seguridad de quien no sólo conoce y ama su trabajo, sino como quien tiene suficiente experiencia y sabiduría como para filosofar sobre el oficio.

“Yo trabajé toda mi vida en un pub y sigo yendo a trabajar con alegría. Trato de venir siempre con una sonrisa, y creo que eso la gente lo recibe. La gente que va al pub quiere sentirse bien atendida, y mi trabajo no es solamente bajar un plato o servirles un trago, es la ceremonia, es el afecto, es el interés en el otro.. Y todo eso vuelve, porque el buen trato se convierte en algo recíproco. 

A diferencia de cualquier otro negocio gastronómico, un pub es un lugar de encuentro, un lugar de amigos. La gente busca en el pub un lugar para charlar, para decirse cosas, para conocerse, para divertirse, e incluso para trabajar, muchos lo usan de oficina o de sala de reuniones.

Pero también es un refugio para los que están pasando por un momento difícil. Me ha tocado gente que venía a sentarse a la barra y terminaban contándome que se dieron cuenta de que su matrimonio ya no iba, o que tenían un hijo lejos, o que les había ido mal en algún negocio. Mucha gente venía buscando ese oído, no sé si un consuelo, pero un oído, alguien a quien contárselo”.

Historia reciente con sabor a leyenda.

En 2008, en una Bahía Grande en plena construcción, desembarca el primer pub de la zona, y con él, llega Peter. Ambos estaban destinados a convertirse en un mito.

“Fuimos pioneros, uno de los primeros en establecerse. Todavía no estaba el hotel, no había casi nada de lo que se ve ahora. Era hermoso, pero muy desolado, un lugar difícil. 

La llegada del bar fue una revolución, un boom. La gente estaba contentísima porque había un pub, un lugar agradable en donde podía venir y charlar y entretenerse, porque en ese momento no lo había en toda la zona. 

La gente reconoce y valora ese trayecto que hicimos. Te voy a contar una indiscreción: durante la cuarentena, hubo clientes que ofrecieron aportes económicos para poder sostener el bar. Afortunadamente no hizo falta, pero eso te muestra lo que significa para ellos. Nosotros teníamos delivery y take away, pero no trabajábamos tanto como otros lugares, pero no porque la comida no fuera buena, sino porque la gente, lo que quería de este lugar, era venir. Y cuando se volvió a abrir, se veía muy claramente la alegría de los clientes por volver a su lugar”. 

La magia del pub.

“Antes de la prohibición, se fumaba dentro y teníamos ceniceros en la barra -esto siempre lo comento porque me parece importante-, y más de una vez se ha caído un cigarrillo en la barra, y ha quedado su marca. O marcas de lapicera, como de haber escrito algo. Y cuando la gente se va, uno limpia, pero ciertas marcas quedan. Y con el tiempo eso se convierte en historia, porque detrás de ese cigarrillo, detrás de esa lapicera, hubo una historia. Y eso es lo que tiene un pub, van quedando marcas, cicatrices, historias de vida.

Lo mismo sucede con los objetos y la decoración. Hay muchos cuadros y recuerdos colgados que han traído los mismos clientes.  Por ejemplo, tenemos un remo colgado ahí, lo trajo un cliente y tiene su firma y la fecha. Entonces, eso hace que sea personalizado, que la gente cada vez que viene y dice: ¿ves aquel cuadro?, lo traje yo. Eso es maravilloso, porque no pasa en todos los lugares, y esa es la magia del pub. Es lo que le da calidez a este lugar, le da personalidad, le da autenticidad a lo que es”.

Cosas que pasan.

Las anécdotas que tiene Peter son innumerables, podríamos editar un libro con ella, pero la extensión de una nota es tirana, así que le pedimos una pequeña selección. 

“Yo estaba en la barra, acomodando algunas cosas, y  se acerca una mujer, con un chico de aproximadamente 2 años. Se sienta en la barra con su nene, y yo escucho que le dice: este es un momento muy importante. Le pregunto cómo andan. ‘Todo bien’, me dice, ‘vos sabes que hace tres años, en este mismo lugar, conocí a un hombre… y me casé con él, y este es nuestro hijo… y hoy lo traigo para contarle cómo empezó todo’.” 

Peter se emociona con la historia, pero enseguida recuerda una anécdota de otro tenor.

“Venía un grupo de muchachos a la tarde y se quedaban hasta última hora, casi todos los días. Pero a uno de ellos la mujer le dio un ultimátum.  Así que este muchacho viene un día y le dice a los amigos que se tiene que ir temprano, porque si no la mujer lo mata. Pero empezaron a charlar y a tomar y a divertirse, y se hicieron de nuevo las 12. ‘No, no puedo volver, no hay forma de que vuelva’, decía el muchacho. Entonces, los amigos lo llevaron a una farmacia, compraron yeso, le enyesaron el brazo, y llamaron a  la mujer, le dijeron que no se preocupara, pero que había tenido un accidente. Bueno, con eso zafó esa noche, pero el muchacho tuvo que venir durante 15 días con el yeso puesto, porque si no, lo echaban de la casa. Imaginate la risa cada vez que lo veíamos entrar. 

Y así podría contarte un montón de historias, imaginate, a Irish Town viene mucha gente  y no sólo de Nordelta, vienen de Tigre, de Pacheco, de Escobar, porque se corrió la voz. Hay grupos que vienen después de jugar al rugby o al fútbol. Hay muchos encuentros que comienzan en las redes sociales y terminan acá. Tenemos la Ladies Night los jueves, que, por supuesto, atrae a grupos de amigas, pero también a hombres solos… Es todo muy diverso, muy variado, y eso lo hace divertido”.

La historia del sombrerito.

No podemos terminar la nota sin hablar del sombrerito, que, junto a la excelente atención, la amabilidad y la simpatía, constituyen la marca registrada de Peter.

“Todo comenzó cuando estaba en la barra. Una vez un cliente olvidó un sombrero y bueno… como yo no tengo mucho pelo, lo empecé a utilizar.  Con el tiempo volvió el cliente, le dije que se había olvidado el sombrero, pero me lo regaló: ‘a vos te queda mejor que a mí’, me dijo. Así que me lo quedé, y me vino bien, porque en la ‘terraza’ hace frío, y más en invierno. Cuando el primer sombrero ya no daba más, empecé a comprarme algunos. Y los clientes, cuando viajaban al exterior y me preguntaban qué quería que me trajeran, yo les decía: ‘tráeme un sombrero’. Y así empecé a hacerme un stock, y los voy rotando.  

Yo les digo a la gente que estoy marcando tendencia, y, de hecho, hoy en día, en la zona de Nordelta, todo el mundo me identifica con el sombrero, o sea, muchos no conocen o no recuerdan mi nombre, pero dicen: ‘anda al pub, a Irish Town, que te atiende el del sombrerito, seguro la vas a pasar bien’.  Y bueno, eso también es un halago, porque la gente reconoce lo que uno hace, y eso es muy importante para mí, es algo que me pone muy contento”. 

La ficha de Peter

Edad: 58 años.

Estado civil: Separado.

Hijos/as: Nicolás,  mi orgullo, mi felicidad, mi fuerza para seguir adelante.

Hobbies: antes todos los deportes, hoy paddle.

Hincha: del más grande, RIVER.

Música preferida: casi toda, pero soy un romántico.

Comida preferida: con amigos,  no importa qué. 

Bebida preferida: el Champagne y el cuba libre.

Un sueño por cumplir: ver a mi hijo feliz y que tenga el mejor recuerdo de su papá

Un lugar por conocer: no quiero morir sin visitar el Coliseo de Roma.

El futuro: estar tranquilo, con salud, dinero y amor, y no tener que molestar a nadie.