Florencia te puede. Cualquiera sea la cantidad de días que te quieras quedar va a estar bien. Te derrumba su arte, te seduce su cadencia, te estremecen sus callecitas intrincadas, te tienta con sus lejanías y su puente celebérrimo. La gastronomía te envuelve en todos los sentidos. La belleza elegante de Savoy Rocco Forte que se alarga hacia la Piazza della Repubblica o la delicada sofisticación de Portrait Firenze que abre sus ventanas al Ponte Vecchio.
Florencia es de esas ciudades en las que podés quedarte un rato largo. Porque, además, te deja circunvalarla. Bailarle por los alrededores para descubrirla en perspectiva y, como si fuera poco, reconocer con estupor todo lo bello que se encuentra a tiro de excursión. De hecho, te subís en un servicio de Civitatis en justo frente a la estación de trenes y te bajás en uno de los sitios más emblemáticos de Italia: Cinque Terre. Los pequeños pueblos de colores colgados (literalmente) de los acantilados, cuyo origen fue la agricultura (y no la pesca como se cree equivocadamente). Hasta principios del siglo XX estaban habitadas solo por agricultores, no por pescadores. Y su vino, ya en 1300, era considerado uno de los mejores y fue elogiado por muchos escritores de la época.
El nombre de Cinque Terre aparece por primera vez en el siglo XV, cuando esta zona estaba bajo el control de la República marítima de Génova. Terra, en este caso, significa “pequeño pueblo medieval”. Los cinco que forman este reducto son accesibles en tren (la excursión de Civitatis es inteligente, porque te lleva a la estación de cada uno, te ofrece un pantallazo clave, y te libera para que vayas en la búsqueda de tus propios tesoros).
Riomaggiore
Es el pueblo más meridional de Cinque Terre. Fue construido en el valle del Rivus Maior (río), de ahí el nombre. El río fue cubierto, ahora corre bajo la calle principal. Está dividido en dos por la vía del ferrocarril. La zona junto al mar con los barquitos de colores (gozzi) y las redes de secado es el pueblo pesquero donde los turistas disfrutan del sol del Mediterráneo, los locales toman una siesta y se puede contemplar una hermosa puesta de sol desde los pequeños restaurantes de mariscos. Por aquí también se encuentra la playa rocosa, simplemente hay que tomar el sendero de la izquierda, bordeando el mar. La calle principal y la estación de tren están conectadas por un largo túnel peatonal con murales del artista argentino Silvio Benedetto. No obvies la iglesia de San Juan Bautista y el Oratorio de San Rocco. Para llegar al castillo de la cima hay que subir algunas escaleras, pero definitivamente las vistas de allí son para perder el aliento.
Manarola
Es incluso más antiguo que Riomaggiore, fue mencionado por primera vez en 1261. Se cree que fue fundada por los habitantes de Volastra , un pueblo que ya existía en la época romana y que se encuentra en la colina por arriba de Manarola. Este es el sitio que se ve en todas las fotografías emblemáticas de Cinque Terre.
Cuando salgas del túnel de la estación, girá a la derecha y caminá hasta la plaza de la iglesia (Piazza Papa Innocenzo IV) para disfrutar de una vista increíble. Continuá por la tranquila calle superior, Via Rollandi. Allí se encuentra el mejor restaurante de Manarola, Trattoria dal Billy. Al final de la calle podés regresar por Vía Belvedere hasta la calle principal. Desde aquí, dirigiéndote al mar, en la parte baja de la calle principal, los barcos de pesca están estacionados como autos. Al final, el puerto, que se esconde entre dos rocas. Es uno de los dos pueblos más bellos de Italia (el segundo es Vernazza).
Corniglia
La joya poco visitada. Está a 100 metros sobre el nivel del mar, y para llegar a él hay que trepar: una subida sobre el promontorio por la escalera Lardarina de 382 escalones promete vista y no defrauda. También te lleva un autobús, pero ¿cómo perder los atractivos de esa ruta? La pequeña plaza Largo Taragio es el descanso perfecto frente al oratorio. En el Bar Matteo a la sombra de los árboles te sirven limonada con fruta recién tomada del árbol. Los niños juegan al fútbol detrás del oratorio, la puerta está pintada en la parte trasera del edificio. El pequeño banco escondido detrás del cementerio (de los más particulares del mundo) es probablemente el lugar más tranquilo del pueblo
Vernazza
Dicen que es la perla de Cinque Terre. En el pasado era el único pueblo con un puerto natural, por lo que desde aquí partían los barcos hacia la República de Génova y otros destinos, lo que lo convirtió en el pueblo más próspero de la región. En la época medieval las olas golpeaban las casas. Los barcos estaban amarrados a las murallas, por lo que se parecía un poco a Venecia. La columna vertebral del pueblo es la calle principal; Calles más pequeñas (carruggi) corren paralelas a él. La calle principal va hasta la plaza principal (Piazza Marconi), este es el centro, el corazón del pueblo, el «rincón de los chismes», con varios bares y restaurantes, casas coloridas secando ropa, barcos, de redes de pesca y una pequeña playa de arena. Nada como ver Vernazza desde el final del muelle, con los barcos de colores en primer plano y las casas de la plaza principal al fondo.
Monterosso al Mare
Espera a los turistas con una bonita y larga playa, tumbonas, sombrillas y vestidores. La mayor parte es privada, pero también hay algunas playas públicas gratuitas: frente a la estación de tren, debajo de la estatua del Gigante y al final de la playa hacia Vernazza, cerca del centro histórico. La gran roca de Monterosso y las sombrillas con rayas verdes y naranjas son famosas, es una de las playas más populares de la Riviera italiana.
El centro histórico tiene estrechas calles medievales, casas de colores pastel y ancianos jugando a la petanca. El casco antiguo y la zona nueva y moderna (Fegina) están separados por la colina de San Cristoforo y conectados por un túnel peatonal, pero optar por el camino costero es mejor opción. Monterosso está situado en una gran bahía y rodeado de colinas llenas de viñedos, olivos y limoneros. No te pierdas la pagoda amarilla, casa del poeta, el convento e iglesia de San Francisco, la de San Juan Bautista, el Oratorio de la Hermandad Negra y de la Confraternita dei Bianchi.
Por Flavia Tomaello