La chica que pinta

Ella se llama Sofía Eugeni, y desde chica le gusta dibujar. Le hacía carteles de letras pintadas a sus compañeros – que habían adivinado un talento en potencia -, llenaba cuadernos con Garfields, Alicias en el País de las Maravillas, y personajes de creación propia y, gracias al impulso de sus padres, hizo varios talleres de arte a la salida del colegio, que terminaron de cerrar un amor por los colores que dejaría de ser algo más que un interés pasajero.  

El talento

Sofía creció en Tigre, y en su mente nunca se había planteado ser artista, por lo cual eligió usar su pasión por la lectura para estudiar una carrera que, creía, le iba a abrir varias puertas en el futuro. Pero a dos años para recibirse de abogada, participaba y ganaba concursos de arte, y la euforia y orgullo propio atravesaron con fuerza el mandato social. Porque es muy distinto cuando un tercero imparcial ve lo mismo que ve nuestra familia, y las muestras que participaba no eran la primera vez que le confirmaban que en ella había algo.

Es que hace quince años cuando todavía vivía en lo de sus padres, Paez Vilaró vivía a la vuelta y ella, que lo sabía y admiraba, dijo “yo le toco timbre.” Acá viene un poquito de la magia y valentía de la que hablaba al principio, porque el artista no estaba, y fue el casero quien atendió. Ella había ido con dos pinturas y se las dejó al casero, junto con su correo electrónico, y un par de días más tarde, Paez Vilaró a quien después conoció, le contestó en un mail palabras que hoy atesora, “Eso fue lo que me dio el disparo para decir bueno, si Paez dice que yo tengo que pintar, tengo que seguir pintando…”

Nuestra protagonista se recibió de abogada en la Facultad de Derecho y continuó así trabajando como directora de una de las áreas de legales del Municipio, pero en su cabeza siempre había dibujos. Entre mails y llamados, pensaba retratos y colores, y sus fines de semana eran atracones de arte que la dejaban feliz pero drenada antes de volver a empezar la semana. 

Hace muy poquito, organizó un taller de retratos para chicos en el Concejo Deliberante de Tigre (lugar donde recuerda, fue su primera muestra individual) y en el marco del Día de la Madre, cuando la contactó el amigo y concejal Fito Leber invitándola a su espacio, armaron un taller de retratos donde participaron alrededor de cuarenta chicos. También celebró el lugar donde vive a través de su Mapa de “Tigre a Pie”, un mapa ilustrado con los edificios históricos y turísticos de Tigre  porque “soy muy fan del lugar donde vivo”.

Todos sabían que pintaba, pero ya no hacía dibujos para sus compañeros sino que hacía retratos para aquellos que le pedían, porque “nunca dejé de dibujar”. Pero el título de abogada venía primero, y pasó un tiempo en este limbo agotador de ser dos personas distintas que compartían una única vida… hasta que el mundo entero cambió.

La valentía

El punto de inflexión de esta historia fue – como en muchos otros casos – la pandemia. Y fue en este momento donde Sofía logró hacer algo que todos los amateurs no logran nunca: saltó. Dejó su trabajo como directora de legales y, en plena pandemia, decidió que ya había pasado demasiado tiempo en un trabajo que no era el que quería, viviendo solo los fines de semana, y en los márgenes de las hojas que nunca dejó de decorar.. Primero se pidió una licencia sin goce de sueldo, después vino un bebé y luego renunció: “Y cuando renuncié sentí esa liberación de decir “soy yo”. Le empecé a dedicar todo el tiempo que tenía a la pintura, y el trabajo empezó a llegar solo”.

En plena pandemia se animó a recorrer el camino que había empezado a caminar su versión de ocho años donde un diploma de Academia Tardío en su taller reza “Principiante Elemental de Dibujo”, y transformó entonces su casa en su atelier. Recordó el mail que le había enviado Paez Vilaró, y tomó fuerza para adaptarse a la virtualidad con un perfil de Instagram para exponer sus obras. Empezó a ver que su arte iba mucho más allá del lienzo, y pensó en crear un universo. Las colaboraciones no tardaron en llegar. 

Así, la contactaron de Editorial El Ateneo para ilustrar libros; el primero para colorear llamado “Superhéroes”, después vino “A Jugar con el Arte y por último su versión del clásico “El Principito”, diseñó una línea de juegos de mesa para Planeta Z Juguetes, e intervino el catálogo Aniversario de Violetta, una empresa de cosmética Argentina, entre muchos (tantos) otros proyectos. También pintaba retratos familiares a pedido, personajes que le inspiraban, y personas que admiraba, y subía todo a su galería virtual en Instagram, donde actualmente @sofieugeni tiene 38,6K de seguidores. Pintó murales para Edesur en las zonas de Pompeya, Quilmes, Gerli, Caballito, Congreso, y otros tantos  en Tigre, y dio varios talleres para chicos en jardines de infantes, en colegios y hasta en el Museo de Arte de Tigre y, de a poco, la gente le empezó a escribir para decirle que habían reconocido su “estilo” en alguna pintura. Dos años después de haber tomado la decisión de irse de su trabajo fijo, como dice ella, “ya está. Ya era yo”.

La magia

Por supuesto que esta historia podría haber salido de mil maneras distintas, y por eso les dije que había un poquito de magia. No quedan dudas de que Sofía reconoció una pasión y la desarrolló a lo largo de los años, y nadie puede discutir que hoy en día trabaja incluso más de lo que trabajaba en relación de dependencia, porque no solo dibuja, diseña, y pinta, sino que gestiona, administra, envía, cataloga, interactúa mucho con sus seguidores, y hace el trabajo de varias personas ella sola. Y además, no deja de ser la mamá de Iñaki. 

Pero sí, podría haberle ido mal, y es ella misma la que explica que parte de su éxito se lo debe a una cuota de magia (y mucho trabajo), porque “cuando estás dónde tenés que estar, el mundo conspira con vos.” 

Hace rato que ya no es Sofía. Es Sofi Eugeni, quien no se define como artista sino más bien como “la chica que pinta”, creadora de un universo de pinturas alegres, llenas de colores cuidadosamente planificados y que no pasan desapercibidas. 

Completamente alineada con el universo que le da una mano a quienes siguen el camino que trazó para ellos, tiene en miras seguir organizando varios talleres (quizás alguno para adultos), una muestra a fin de año en Fundación Sudestada, donde participará con tres artistas de Tigre para inaugurar una galería con sus obras en formato NFT, siempre con ideas y en búsqueda de la expansión de su universo artístico.

Sofi nos deja con un último consejo: “Le diría a los padres que si ven que sus chicos están entusiasmados con el arte y les gusta, y los apasiona, que los motiven y los acompañen, vayan a muestras, a museos, conozcan artistas. Que sean conscientes de la dimensión que puede tener un dibujo. Porque ese juego puede convertirse en un oficio hermoso y en un trabajo”. Y ella, que actualmente vive de un sueño, lo sabe mejor que nadie.

CONTACTO

Sofía Eugeni

www.sofiaeugeni.com.ar

email: sofi.eugeni@gmail.com

Instagram: @sofieugeni

Por Rosario Frers

Fotografías: Fabian Sans