Jean-Louis sabe que su madre amaba las películas 16 mm que tomaba durante los viajes que hacían en familia. Más tarde a él le dieron una Kodak Brownie, más tarde un reflex para sacar diapositivas. Pero siempre con el fin de registrar recuerdos, sin ninguna intención artística.
Jean-Louis Larivière es el adalid de la fotografía latinoamericana. Desde la editorial que fundó en 1992 difundió la obra de los fotógrafos argentinos Marcos López, Facundo de Zuviría, Marcos Zimmermann, Esteban Pastorino, Adriana Lestido, entre otros. En su haber se pueden encontrar trabajos de Chambi, Renó, González Palma y Coppola, por citar algunos.
La llamada Colección Larivière cuenta con más de 3.000 piezas originales de fotografía Latinoamericana. Con ella acaba de dar vida a la fundación que llevará su nombre, y permitirá que ese patrimonio sea exhibido en un espacio que se integra al Distrito de las Artes.
Con su bonhomía y modestia, asegura que de joven, una amiga le había prohibido sacar fotos de ella «ya que siempre salía horrible -cuenta- (y esto era una injusticia). No mejoré mucho desde esa época. Mis recuerdos fotográficos son más bien frustraciones”.
¿Conserva alguna imagen de aquella época?
En algún momento cuando tenía 17 quise hacer alguna foto, pero las intenciones no duraron más de cinco minutos. Creo que me compré un filtro para mi máquina y nunca lo use. Nunca supe hacerlo, ni me interesó, pero sí me atrapaban los libros de fotografías y el trabajo personal de algunos fotógrafos.
¿Por qué la fotografía ha marcado su vida? ¿Qué encuentra en ella?
Cuando era joven, editaba posters y afiches para el mercado de decoración y de enmarcados. Muchos de ellos eran de fotografías. A su vez seguía comprando muchos libros de fotógrafos. Vivía en Francia y no había tantas publicaciones. Y seguramente muy pocas latinoamericanas disponibles. Aprendí a mirar y entender la fotografía. Y al fotógrafo. Su obra muchas veces es una autobiografía.
Aunque no fueran fotografías, ¿había cierta tendencia familiar el coleccionismo?
No de un modo formal, pero mi padre había reunido una muy buena colección de libros. Una parte de ellos con encuadernaciones especiales y coleccionaba objetos asiáticos.
Curiosamente su madre le contaba que cuando su padre vendió parte de sus libros, los franceses más antiguos, le había comentado que lo hacía porque todo coleccionista en algún momento puede estar tentado con vender su colección. Para él, una vez que ha cumplido el ciclo puede pasar a otra cosa. “Formalmente había dicho que los vendía porque ninguno de sus hijos se interesaba en los libros, pero la experiencia después mostró que no era tan así”, recuerda Jean-Louis.
Aunque dentro del arte, la fotografía ha adquirido otro peso, aún tiene cierto atisbo de hallarse en el borde. ¿Cuál es su opinión al respecto?
No sé si es un problema de confianza en el mercado. Pasó con la litografía, la serigrafía, el grabado o con otras técnicas de reproducción mecánicas. La fotografía es eternamente reproducible y puede generar dudas sobre su valor. Por esto, se empezó a limitar el tiraje y a enumerar las obras. Esto funcionó para su posicionamiento. De todos modos, hay muy pocas galerías que se presentan como galería de fotografía exclusivamente. Como expresión artística, entró en todas las galerías importantes, muchas veces con fotos de tamaño grande. Ninguna de estas galerías duda de que estas imágenes que exponen sean obras de arte. De todas formas no me animaría a limitar las técnicas de expresión de un artista, me gusten o no.
¿Dónde nace su interés por la fotografía latinoamericana?
Después de muchos años de sumar libros y de que sintiera que habían cumplido su ciclo, hablé con mi padre y con mi hermano que era coleccionista de escultura y pintura del siglo XIX y murió hace 30 años. No quería seguir su colección, que era muy importante. Llamé a mi amigo Alexis Fabry, con quien trabajamos juntos desde hace 20 años. Le dije que me quería comprar fotografía. Almorzamos ese día y lo seguimos haciendo una vez al mes. Aquella vez me preguntó por mis intereses, cuáles eran los fotógrafos que me gustaban. Di algunos nombres de franceses, americanos… Me interrumpió y me preguntó si quería adornar las paredes o tener una línea de coleccionista. Le dije que quería armar algo interesante. Me recomendó que me centrara en una temática. En su enumeración mencionó, entre otras cosas, la fotografía latinoamericana y eso me gustó. Así empecé a comprar fotografía latinoamericana exclusivamente. Su mirada me ayudó a concentrarme.
¿Cuáles son los desafíos de la fotografía latinoamericana?
En general tarda un poco en hacerse reconocer. Primero la fotografía japonesa pasó adelante, después la africana. Creo que nos va a tocar ahora. Los museos, americanos entre otros, empiezan a interesarse; pero hay muy pocas fotos vintage disponibles. En los años 30 en adelante, fuera de Mexico quizás, no había exposiciones, tampoco mercado y los fotógrafos no tenían dinero. Por lo cual no imprimían muchos ejemplares de las fotos. Curiosamente, cuestión que no veo tan definidamente en otras artes visuales, siento que hay una identidad latinoamericana en la fotografía. Pero hay que seguir trabajando….
Una lente para las lentes
El más viejo anhelo era fundar su propia editorial. Lo que concretó en 1992 con la creación de Ediciones Larivière junto con Dudu von Thielmann, una mecenas del arte latinoamericano, y la publicación de Estancias argentinas, su primer libro.
El sello comenzó a ocupar un lugar especial en el mundo editorial argentino por el impacto temático y artístico de sus libros y la calidad visual que los distingue. El acervo cultural sudamericano, en particular el argentino, empezó desde entonces a llenar las páginas de su catálogo. Convencido Larivière de que la difusión cultural tiene una importancia decisiva en la educación y la concientización social de un país, no dudó en publicar a artistas consagrados, pero también a nuevas generaciones de jóvenes y desconocidos talentos. Su propósito de difundir el patrimonio natural y cultural latinoamericano lo llevó a especializarse en la fotografía creativa.
«Disfruto mucho de publicar libros. No teníamos idea de cómo se hacía un libro, para decir la verdad. Pero poco a poco fuimos avanzando en nuestro conocimiento editorial. El primero tuvo mucho éxito y nos propusimos hacer tres, luego cinco libros antes de decidir si seguíamos o no. El segundo libro fue con Yann Arthus-Bertrand, era “La Argentina desde el cielo”. Con él hicimos coediciones con alemanes y con ingleses. Eso nos enseñó realmente cómo hacer un libro, y cuando llegamos al quinto libro ya estamos agarrados por el virus editorial”.
Es un habitué de los estudios de los fotógrafos, viene hurgando en sus espacios y sus obras más que cualquier otra persona en la región. Las opiniones coinciden en que va despojado de prejuicios ¿Cómo se logra eso?
Viajo muchas veces con mi amigo Alexis Fabry que hace un gran trabajo preliminar. Así que elimina también mis prejuicios. De todas formas, hay que mantener la curiosidad. Nadie puede determinar de antemano que no va a encontrar una sorpresa en una de nuestras visitas. Puede ser que no nos guste o no nos sirva, pero esta sorpresa es un aporte.
¿Qué lo conmueve frente a un artista que acaba de conocer? ¿Qué le hace despertar su atención?
No voy a una comida social. Entro a descubrir una personalidad creativa. ¿Cómo es? ¿Dónde vive o me recibe? ¿Cómo reacciona? La primera impresión (de ambos) es muy interesante. Pero no es una experiencia tan sencilla. El artista está tenso, porque quiere recibir una reacción positiva de mi parte. Yo, en tanto, me pongo tenso si no me gusta tanto la obra presentada. Después todo cambia por supuesto.
Al mirar la obra, lo que más me importa es la singularidad. Hay tantos artistas que se inspiran de otro con más o menos suerte.
Nunca como hoy se masificó la oportunidad de hacer un registro con una cámara. ¿Eso supone un beneficio o un perjuicio para el arte fotográfico?
Es una lástima que se haya renunciado a sacar fotos con interés. Hoy, podría quizás obtener una buena entre toda la cantidad sacada. Es impresionante lo que circula por día. Es interesante un estudio que leí hace unos años que decía que el promedio de la gente que mira las fotos que sacó es inferior a uno. Eso significa que quien saca fotos después no las mira. En un museo, la gente ve una muestra a través de su teléfono. No creo que esto influya de ninguna manera en el arte fotográfico. Si, en el fotoperiodismo. Las fotos de los eventos son siempre fotos sacadas por amateurs con su teléfono. Todo el mundo hoy en día es capaz de sacar una muy buena foto. Lo difícil es sacar la foto que quieras en el momento que quieras. Ahí aparece el profesional.
¿Por qué pensar en la Fundación y en este legado? ¿Qué quisiera que pase en ese espacio (física y simbólicamente hablando)?
No sabía muy bien cómo promocionar la fotografía latinoamericana en el mundo. Pensé en trabajar junto al Pompidou en París o al Reina Sofía en Madrid. Llegué a la conclusión que iban a recibir la colección, hacer una muestra y después olvidársela. La única manera que vi para encender el interés por la fotografía latinoamericana era tener un espacio con un programa de exposiciones y editorial propios. Me pareció que Argentina era el mejor lugar para tenerlo. Es donde mi familia tiene una historia con tanto para agradecer. Emprender este proyecto en el país es honrar esto y reafirmar la vocación por darle un lugar claro en el mundo a la producción fotográfica latinoamericana. En la sede de la fundación, que ha quedado realmente fantástica, hay dos espacios de exposición. El primero dedicado a mi colección y a las muestras generadas con una base de ella y el préstamo de fotos de otras instituciones o colecciones internacionales, con todas las normas internacionales de conservación. El otro espacio será para muestras experimentales, presentaciones de proyectos, conferencias, proyecciones y programas educativos.
¿Qué hay detrás de una foto perfecta?
Es un tema un poco complicado. Hay que determinar qué es una foto perfecta. Para simplificar, diría que detrás hay un buen fotógrafo y mucha suerte. ¡Me van a matar…! (risas).
Por Flavia Tomaello